Algo he aprendido de mi fratello italiano: para mejorar este mundo debemos comenzar por nosotros mismos. Gracias Alessandro por una lección a la par simple y valiosa. Porque, efectivamente, vivimos en un mundo de problemas donde su solución nos debe implicar constantemente. Veamos, tras muchos siglos –insisto, siglos- de precaria subsistencia hemos conseguido una sociedad donde parece –insisto, parece- tenemos asegurada la comida, la sanidad, una mayor esperanza de vida y una cierta igualdad social y política. Muy bien, cuántas generaciones hubieran deseado esto. ¿Pero hemos alcanzado el paraíso? Más bien diría que no; porque hay hambre para un 80% de la población mundial, porque esta población no cuenta con nuestros mismos medios y porque lo de la igualdad social y política no deja de ser una linda propaganda de unas democracias con tal número de contradicciones que erosionan los principios sobre los que se asienta. Y esto sin citar el problema ecológico, digno de calificar como delirante al género humano. Parecerán argumentos apocalípticos, pero no hay más que acercarse a las noticias cotidianas para darse cuenta que estos procesos son una realidad bien presente. Y por desgracia un presente bien real. Es posible, magnífico ciudadano, que el brillo del sol oculte estas realidades, que una plácida existencia oculte algunas carencias realmente graves.
Magnífico ciudadano: desde aquí te lanzo mi receta. Con ella no acabaremos con estos problemas, pero le puedo asegurar que entre todos comenzaremos a repararlos. ¿Cómo? Implicándose, señor. ¿Y qué es implicarse? Muchas cosas: sentir, pensar, leer, actuar, meditar, discutir, transmitir, escribir, hablar y otros tantos verbos dignos de ser aplicados. Nuestra mejora particular ayudará al perfeccionamiento de todos. Si me lo permite, le daré tres razones que quizás puedan remover su conciencia:
1) Es una necesidad. Una y otra vez nos repiten las glorias de nuestro sistema político. Muy bien, hemos logrado las elecciones libres y la libertad de expresión. Bravo. ¿Significa esto que hemos alcanzado un sistema político perfecto? En mi modesta opinión existe un serio inconveniente para hacer de nuestra Europa un espacio más democrático: la desmovilización ciudadana. Pues sí, ya contamos con elecciones para elegir a nuestros gobernantes. Pagamos obedientemente los impuestos y seguimos las normas básicas de comportamiento cívico. ¿Pero concluye aquí nuestro compromiso como ciudadanos? No lo creo, porque un voto no es sinónimo de libertad si no va acompañado de información y, sobre todo, capacidad crítica para valorar esta información. Y ahí es donde nace nuestra responsabilidad. Intentemos ser seres más formados, que la libertad nace del conocimiento del mismo modo que la felicidad mana de la libertad. Porque el compromiso no es un lujo, sino una necesidad para nosotros y para las generaciones venideras. Generaciones que no merecen una sociedad mediatizada por deporte y videojuegos mientras el poder lucha por convencernos de sus glorias. La política es lo que nosotros queramos que sea. Magnífico ciudadano, no crea que estoy pensando en sesudas jornadas de lectura para lograr un mayor entendimiento sobre nuestra vida. No, es tan sencillo como ver las noticias y meditar sobre ellas. Mejor si proceden de varias fuentes; mejor si en su casa, trabajo, bar, reunión, etc. debaten al respecto. Durante el franquismo no podíamos expresar nuestras opiniones por temor a la delación: ¿y por qué continuamos sin hablar, cotidianamente, de política, sociedad y economía? Todos tenemos una opinión, así como el derecho a expresarla. Hagamos de nuestros hij@s gentes de compromiso, que sólo así les haremos magníficos ciudadanos.
2. Es sencillo de llevar a la práctica. No hay sino que profesar una cierta sensibilidad sobre lo que hemos sido, somos y seremos. Participen con sus fuerzas en debates, acudan con sus hijos al teatro. Sean curiosos, que el humano lo es por naturaleza. Pregunten, y acaso todos lleguemos a Roma. ¿Es consciente de la felicidad que podría sentir si conociera los sentimientos del otro? Pruébelo, que ésto no se encuentra a miles de kilómetros. Intente comprender antes que discutir, y discutir antes que condenar. Para ello es necesario el contacto humano, y esto se puede hacer en la calle, en aulas, en casa, trabajo, asociaciones vecinales, ONGs, etc. Insisto, es sencillo a la par que necesario para nuestro (pobre) orden hispanus. Además no crea que le quitará mucho tiempo. Le quitará, en todo caso, el tiempo que desee porque esto depende de cada uno, sin imposiciones. Repare en el siguiente extremo: ¿No nos damos cuenta que todo lo que hacemos viene marcado por la obligación? Estudiamos de niños porque nos los mandan, acudimos al trabajo a horas fijas, sujetos a control, elegimos a nuestros gobernantes cuando desean y todos tenemos unos hábitos diarios más o menos fijos. Hasta la televisión nos marca los horarios. Pues bien, aquí tiene un espacio donde podrá ejercer la verdadera libertad, sin ataduras ni obligaciones, sólo con lo que usted desee. Porque la iniciativa no contempla la imposición de horarios.
3. Resulta un verdadero placer. El contacto humano nos dignifica, y curiosamente lo hemos ido perdiendo con el paso de los siglos. La asistencia dentro de las comunidades constituía un elemento fundamental de subsistencia para los hombres y mujeres hasta hace algunas décadas. Y hoy parece que tenemos pavor a relacionarnos. Somos individualistas como (re)quiere la sociedad de consumo. Intente hablar, conozca a otras personas con la que establecer diálogos, acaso amistades. Puede que incluso una “simple” charla sobre política, historia, economía o impuestos le produzca un sentimiento que todavía no haya experimentado. O puede que no, pero sólo lo sabrá cuando lo pruebe.
En conclusión, la iniciativa ciudadana y el compromiso –entendidos en un sentido muy amplio- son necesarios, sencillos de llevar a la práctica y placenteros. Si no comparte estas líneas, le emplazo a que me lo haga saber. Sus críticas me ayudarán, sin duda, harán de mí mejor persona. No sé, quizás nunca llegue a ver la solución a algunos de los grandes problemas de la humanidad. Pero mi vida sólo tiene sentido si persigo sueños. Uno de ellos me traslada a un planeta más culto, más preparado, más libre y más solidario; plenos de usted, magnífico ciudadano.
David A. G.
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